lunes, 19 de enero de 2015

CRÓNICA MUNDIALISTA

Vamos a dejar de lado los viajes algo introspectivos de Orugario por un rato y dar paso a una historia épica, comparable, tal vez, con las peripecias que tuvo que pasar Ulises para regresar a su amada Ítaca, o las pruebas que superó Hércules para demostrar su ascendencia divina, o cualquiera con un smartphone tratando de superar el nivel 97 del Candy Crush, estaría mal dejar de lado a estos héroes anónimos.
Solo para hacerlo interesante vamos a evitar dar nombres propios, en su lugar, voy a inventar apodos que vayan de acuerdo a lo que cada uno de los personajes de esta epopeya hizo durante la noche.
Es así como, por ejemplo, tenemos al “Sargento Cabral”, a “La Pelada”, “El Iluminado”, y otros más que, en su debido momento serán nombrados y sus apodos, explicados.
Empecemos por el principio, como debe ser. Alrededor de una semana atrás, La Barba descubrió, luego de una búsqueda proactiva, algo que llamó poderosamente su atención mientras recuperaba parte de la plusvalía navegando por los dominios del Facebook. ¿Un nuevo libro? ¿Una charla interesante de TED? No, para giladas están los giles. Descubrió un torneo de Beerpong a realizarse unos días más tarde en un local cercano a los domicilios de los que, todavía sin saberlo, ya formaban parte de esta aventura. El momento de duda duró poco y nada. Automáticamente un mensaje fue enviado. En otras épocas, para avisar de un peligro o llamar a los guerreros a la batalla se hacían sonar cuernos, se prendían almenas o sonaban tambores y trompetas. Esta vez simplemente se envió un mensaje al grupo de WhatsApp llamando a quienes tuvieran las agallas (es una palabra algo nerd y de traducción latina de película, pero aplica impecablemente al contexto). Tal vez no sea tan épico, pero nadie puede discutir la efectividad del método usado, ya que en menos de cinco minutos se había formado el escuadrón. Lo de los cinco minutos es algo exagerado. Fue un poco más, porque algunos no revisaron el teléfono instantáneamente, pero se entiende el punto.
Para los que no saben que es el Beerpong, antes que nada, deberían enfiestar más. Básicamente se colocan vasos con cerveza en forma de triángulo en ambos lados de una mesa (las medidas pueden variar) y el objetivo es tirar una pelotita de ping pong (hete aquí el origen del nombre) y embocar en los vasos del equipo rival. Cada vez que se emboca un tiro, el otro equipo debe tomar todo el contenido del vaso. El primero en eliminar todos los vasos ajenos, gana. Simple y divertido. Lo interesante es que a medida que pasan los partidos el nivel de alcohol en sangre aumenta, y los tiros se desvían. Estoy seguro que algún lector avezado en las artes de la estadística y los gráficos podría armar una relación entre ambos conceptos.



Los gladiadores que respondieron el mensaje fueron La Pelada, El Sargento Cabral, El Iluminado y El Gatito. Ellos llevarían la bandera del equipo lo más alto posible, con el apoyo del resto del grupo que decidió unirse a modo de hinchada, como otrora sucediera en El Coliseo cuando uno de los luchadores era favorecido por el pueblo hambriento de sangre y se vitoreaba su nombre durante la lucha (si, empecé a ver Spartacus de nuevo, así que las referencias van a abundar).
Luego de un debate, se concluyó que el nombre del equipo sería “La Barba del Bebé”. Para explicar la parte de “La Barba” vale aclarar el fetiche que tenemos todos con las barbas, incluso aquellos que carecen de ella. Este tema será tratado eventualmente en otro post. Para explicar la parte “del Bebé”… bueno, no sabemos muy bien por qué, pero a todos nos pareció apropiado, por algún motivo desconocido.

De izquierda a derecha: El Gatito, El Sargento Cabral, La Pelada, El Iluminado

Un pequeño saltito hacia adelante en el rio del tiempo (“que tipo profundo, mira las cosas que escribe”) y llegamos al sábado, día del evento que elevaría a la gloria a nuestros protagonistas o los hundiría en la vergüenza eterna (“bueno… se creyó lo de ser profundo y ya está yendo al carajo”). Luego de una breve, pero efectiva sesión de entrenamiento y la llegada de “El DT” la comitiva se dirigió al Coliseo Cervecero, El Campo de Batalla, El Boliche de Olivos. Y como se dijo, los luchadores no fueron solos. La comitiva que los acompañó fue agrandándose a medida que pasaba el tiempo. Fue así como El Bigote, La Obesidad, El Nerd, La Violinista, La Paul Dancer y Yama (nadie te quiere, no te mereces apodos) fueron testigos de los eventos que a continuación se relatan.
Antes de pasar a los partidos vamos con una breve explicación del sistema.
Treinta y dos equipos, sistema igual al de cualquier mundial. Ronda de grupos, cuatro equipos por grupo, pasan los mejores dos de cada ronda a octados de final y luego es por eliminación directa.
La única particularidad es que cada mesa (había 6 en total) tenía algún tipo de “cualidad” que permitía que los tiros valieran doble, o duplicar la cantidad de tiros, etc.
Y vamos con el primer partido. Ya desde el inicio la comitiva que nos compete (en realidad fue simpete, estos muchachos morirán vírgenes) resaltó por su nombre. Apenas fue llamada por micrófono para presentarse en la mesa “BEACH” el relator hizo un comentario sorprendido por la originalidad, la potencia y la presencia del nombre del equipo, La Barba del Bebé. Qué gran modo de presentarse.
En realidad el comentario fue más hacia el lado de “No puedo creer que haya gente tan boluda”, pero todo es relativo, y en ese momento de euforia, nuestros héroes lo tomaron como un piropo.
El primer contrincante fue el equipo FrancoCanadiense. Indagar sobre el origen de dicho nombre hubiera requerido cierto nivel de charla cuasi amistosa con ellos, y cualquiera que haya visto aunque sea dos películas de Arnold Schwarzenegger sabe que nunca hay que hacerse amigo del contrincante. Lo de Arnold Schwarzenegger no tiene nada que ver, solo quería demostrarles que se escribir el nombre sin usar Google, aunque no tienen modo de comprobarlo.
La particularidad de la mesa “BEACH” era que, además de estar los vasos posicionados sobre una base de arena, cada equipo poseía un par de anteojos que incomodaban la visión. En caso de realizar el tiro con esos anteojos y embocar la pelotita el tiro valía el doble. Con lo cual en vez de eliminar un vaso, se eliminaban dos.



Luego de un breve piedra-papel-tijera para ver qué equipo realizaba el primer tiro (la buena piedra, nunca pierde) arrancó el partido, realizando La Pelada el primer tiro. Sin dudarlo se puso los anteojos, y con la severidad que otorgan los años de experiencia en tan altivo deporte, anotó el primer vaso que, como fue explicado anteriormente, valió doble por tener el tirador los anteojos puestos. El golpe agarró desprevenidos a los contrincantes, que hasta ese momento creían que era todo amistoso. Luego de semejante arranque comprendieron que La Barba del Bebé no era rival para tomar en broma.
El primer tiro de FrancoCanadiense quiso imitar lo logrado por La Pelada, usando los anteojos, pero sus rodillas temblaban todavía luego del primer golpe anímico recibido y erraron su objetivo.
El siguiente en tirar por el lado de La Barba del Bebé (de ahora en más será solo La Barba por problemas directamente relacionados con el nivel de agotamiento que genera escribir el nombre completo cada dos renglones o, en otras palabras, paja) fue El Sargento Cabral, que en un acto provocador, como hiciera Mohammed Ali durante sus luchas, erró el tiro a propósito, dejando clara la tranquilidad que tenía el equipo. Pero dicha táctica no funcionó como se esperaba y los rivales anotaron el siguiente tiro, anteojos incluidos, poniéndose a la par de nuestros héroes.
Acto seguido, El Iluminado, con una fe ciega en la táctica utilizada por El Sargento, hizo exactamente lo mismo y, a propósito, erró su tiro, volviendo a demostrar la grandilocuencia de un equipo que confía plenamente en su poder. Eso es lo que se llama trabajo en equipo. Se planteó una estrategia y se la llevó a cabo a pesar del tropiezo inicial, y, Thor mediante, funcionó, ya que los contrincantes fallaron si siguiente tiro.
Los ánimos estaban en el lugar indicado para iniciar el final. El Gatito se puso los anteojos, miró fijo hacia su objetivo y con la certeza que solo alguien que sabe que su belleza está distrayendo al público femenino, acertó el tiro, dejando a los rivales con solo dos vasos restantes. Los ánimos de FrancoCanadiense se precipitaron hacia abajo como esquiador en bajada libre, tratando de batir el record mundial de velocidad… con propulsores en la espalda… y hielo en vez de nieve… a 90 grados en comparación con el suelo… en un planeta con una gravedad diez veces más fuerte que la de la La Tierra.
La presión fue demasiada y fallaron su siguiente intento, dejando el partido en manos de La Pelada, que, como si estuviera en el living de su casa, se puso los anteojos y dio vuelta su gorra, anunciando así lo que todos ya sabían que iba a suceder pero nadie se animaba a aseverarlo. De más está decir que el tiro fue tan certero como el anterior, anteojos puestos, vasos por dos. Chau, cest finni, au revoir, omelette du fromage. Vale aclarar que la duración del partido fue de no más de tres minutos. Ese fue el tiempo que le tomó a nuestros héroes acabar con la autoestima de los FrancoCanadienses.
                Como se dijo antes, el nombre de la mesa era “BEACH” (“PLAYA” en inglés) que curiosamente suena muy parecido a la palabra “BITCH” (“PUTA” en inglés) que es exactamente en lo que convertimos a los que se animaron a pararse en frente de La Barba.
El siguiente encuentro fue contra un rival casi tocayo del anterior, lo que tal vez fue uno de los motivos por los cuales los gladiadores de La Barba entraron más confiados de lo que deberían. FrancoArgentino era el nombre de la pareja rival, y su nombre se debía a que él era argentino, francesa era ella. O eso creemos. Tal vez era gangosa y nosotros dimos por sentada su ascendencia gala solo para justificar el nombre de los oponentes.
La mesa en donde se jugó se llamaba “WIMBLEDON” y su particularidad era que se tenía la posibilidad de hacer valer por dos la “embocada” si en vez de la mano se utilizaba una paleta de ping-pong para realizar el tiro. Tarea complicada, pero alcanzable.
Hay que aclarar que al llegar a este encuentro el alcohol ingerido previo, durante y luego del primer partido empezaba a hacer efecto, uno de los riesgos del juego, pero que definitivamente ayudó al ánimo del equipo, aunque no tanto a su puntería. Tampoco ayudó mucho a la memoria, por lo que los detalles se van haciendo cada vez más escasos, sepan disculpar.
La Pelada, manteniendo hasta ese entonces un record perfecto, acertó el primer tiro. Pero el argentino contrario no se quedó atrás.
Luego de idas y vueltas, intentos fallidos con la paleta de ping-pong y muchos gritos con cada tiro acertado, el partido se puso 5 a 4 a favor de la pareja enemiga. La Francesa, que lo único que había logrado hasta entonces había sido que la pelotita pegara en la mesa, decidió que el tiempo de espera se había alargado de más, y demostrando el por qué los franceses son las putas de Europa, acertó el último tiro, haciendo que La Barba probara el sabor amargo de la derrota por primera vez en la noche. Puta de mierda.
La situación al final de la segunda ronda de partidos dentro de la zona de nuestro equipo favorito era complicada. Todos los equipos habían ganado un partido y perdido otro, obligando a La Barba a ganar el siguiente si querían pasar a la siguiente ronda.
Como los grandes héroes de antaño, que frente a la adversidad y bajo presión saben salir airosos, así también se comportaron nuestros gladiadores.
“Ave, Caesar, morituri te salutant”, que se traduce como “Salve, Cesar, los que van a morir te saludan”. Esa fue la actitud de La Barba. Si han de morir, que sea de pie, con las botas puestas, un vaso de cerveza en la mano y rodeados de seres queridos. O en una pelea contra un dragón, esa si sería una muerte épica.
El siguiente rival constaba de cuatro jugadores y el nombre del equipo no lo recuerdo. Por lo que los llamaremos “MUERANSE, SORETES”. Aunque dicho nombre representa más nuestra actitud hacia ellos.
El campo de juego se llamaba “Las Vegas” y contaba con una ruleta en el centro. El jugador a cargo del tiro podía elegir hacer una puesta al color, tanto rojo como negro, y en caso de acertar accedía a un tiro extra, aunque en caso de fallar, perdía el turno.
El partido arrancó muy parejo, y se mantuvo así hasta el final. Pero antes de llegar a eso (mind you, there’s some epic shit about to be written (esto es para demostrar que se hablar inglés, tengo problemas de autoestima, sepan disculpar (este es otro paréntesis dentro del paréntesis en el otro paréntesis… como los sueños en “El Origen”, pero con paréntesis))). Perdí el hilo… ah, antes de llegar al final del partido sucedió algo increíble ideado por El Iluminado. Los árbitros de los partidos eran pulposas señoritas con ropa que dejaba bastante poco a la imaginación. Nos guste o no, seguimos en una sociedad machista, me remito a posteos anteriores para ver este tema. Pero bueno, en fin… poca ropa y muy buena onda, como si les hubieran pagado por bailar y sonreir y animar a los jugadores.
En un momento de lucidez extrema, y dándose el lujo de jugar con las probabilidades, El Iluminado sugirió la idea de que, en caso de favorecer los Dioses (los viejos y los nuevos) el tiro de la ruleta y salir el color elegido por el jugador, la animadora debía volcar lo que quedaba de una botella de cerveza sobre la parte superior del torso, o, como un amigo poeta supo expresarlo de un modo casi Homérico, “¡TIRATE LA CERVEZA EN LAS GOMAS!”. Si, un caballero.
La ruleta no ayudó en esa ocasión, pero de algún modo, el equipo contrario entendió que eso era a favor de todos los presentes, por lo que también realizaron la misma apuesta. Esto sucedió tres o cuatro veces, hasta que finalmente la suerte estuvo del lado de los presentes. Y la animadora, mujer de palabra como ya no las hay, cumplió con su parte del trato. Los hombres vitorearon, las mujeres miraron con mezcla de envidia y odio, Lisa lloró, Maggie rió, fue todo una confusión. Un espectador, tal vez motivado por el relato de Edipo Rey, se arrancó los ojos con un pepino al no creer lo que veía, lo cual genera una gran pregunta para analizar en otra ocasión tal vez… ¿De dónde sacó el pepino?.
Pero volvamos al partido. A esta altura todos se consideraban ganadores, pero la realidad era que todavía faltaba definir el partido, y el tiempo escaseaba. El organizador del torneo, hombre de barba prominente y que evidentemente estaba de nuestro lado gracias a nuestro nombre, nos avisó que podíamos hacer tres tiros más cada equipo antes de finalizar el partido, aquel que embocara primero, ganaba. Pasaron los cinco primeros tiros y todo indicaba que el partido terminaba en empate. Pero allí apareció el Sargento Cabral. Se hizo una burbuja de silencio alrededor de la mesa, el aire podía cortarse con un cuchillo, aunque técnicamente siempre se puede cortar con cuchillo, ¿o no? El Sargento apuntó, disparó y la pelotita, que decidió tomarse todo el tiempo del mundo en llegar a su destino, impactó en el borde de uno de los vasos contrarios y empezó a girar frenéticamente dentro del mismo. Si bien todos sabíamos que el tiro había sido un éxito, nadie se animó a festejar hasta que la esfera decidiera, efectivamente, detenerse, no fuera cosa de que los hados nos jugaran una mala pasada dejándonos celebrar para luego arrebatarnos el triunfo. Pero no, por suerte los hados no existen, y si lo hacen, no son tan bromistas como otros dioses, que si existen, como Thor. La celebración fue sublime. La tensión acumulada durante el final del partido estalló en vitoreos y gritos a favor de La Barba, que festejó más este triunfo que la victoria Argentina sobre Holanda en la última copa del mundo. Este triunfo fue de ellos, por ellos y para ellos. Lo que todavía no entendemos es por qué apodamos al Sargento Cabral de ese modo, no sacrificó su vida por la causa. Suponemos que en el momento de vorágine, alegría y borrachera tuvo mucho sentido llamarlo así. Menos averigüa Thor y más perdona.


Pdta: La barba perdió el siguiente partido en octavos de final. Mueranse, putos. Volveremos en forma de fichas.

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